Aclaraciones de la autora:
Este es uno de mis fics mas serios. Se basa completamente en un OC, pero no quiere decir que no aparezcan los demas. Este fic no es de comedia, ni de romance.
Hace muchos años ya de eso.
De hecho, no creo que mientras les hablo aun un poco de vida corra por mi cuerpo. Estoy muerto, o eso me parece. Tal vez hablo demasiado conmigo mismo, juego demasiado con mis propias palabras. Repito cosas una y otra vez, como si nunca se pudieran adherir a mi memoria, como si cada cosa debiera ser dicha dos veces para que entrara en mí.
Pero no me importa. Como he dicho, estoy, oficialmente, muerto. Aun tengo aire en mis pulmones, aun siento el aire en mi piel cuando salgo a caminar… aunque hace mucho que no lo hago. Aun pienso. Aun existo pero… de alguna forma, no estoy vivo.
Y ahora, pienso esto no porque tenga un plan en especial, solo deseo hacer que lo que llamo mi no-vida pueda descansar un poco.
Y es que hace no mucho me declaré en guerra. Mi cuerpo, y mi propia alma, dejaron de obedecer. No pensé en comer, beber, disfrutar, vivir nunca jamás. Porque me he dado cuenta de que me engaño a mi mismo al hacerlo. No me importa mi no-vida.
No, solo tengo algo dentro de mí que tiene un poco de lo que podríamos llamar vida, desde hace mucho. Si, es un sentimiento vivo, muy vivo, lo único vivo dentro de mi. Es como una fogata en medio de la oscuridad y el frio. Pero esa misma fogata es oscuridad y frio. Lo disimula, pero lo es.
Lo que me mantiene existiendo es un deseo de matar. Matar, acabar con un ser vivo, hacer que su vida se extinga… tal como se extingue lo que queda de la mía. No estoy seguro de existir tampoco, de todos modos.
Porque lo único vivo en mí es el sentimiento de que alguien no merece seguir vivo y que es mi deber (Mío y de nadie mas) acabar con él. Pero… ¿Qué acaso todo esto no debería de haber acabado ya?
Pero debo dejar de pensar en todo esto. Frente a mi, una gran puerta que dice que quienes entran deberán abandonar toda esperanza parece burlarse de mí.
Sigo caminando, cabizbajo.
Paso junto a un enorme perro de tres cabezas, que me observa con rencor. Si, fue hace mucho tiempo… demasiado tiempo. Alguna vez, crucé esta puerta sintiéndome feliz y poderoso. Que iluso.
Se me escapa una sonrisa. Que imbécil, que idiota me parezco ahora, recordando como entré alguna vez burlándome de ese animal, creyéndome superior. Y tal vez lo era.
Ya no se que soy, ni que hare, ni a donde voy, ni siquiera estoy seguro de lo que siento. Si es que aun siento algo.
Me juzgan. El juez del infierno revisa en un gran libro buscando mi nombre, aunque ya me conoce, y aunque sabe lo que hice. Y comienza a hablar de mí, como si fuéramos desconocidos. Que hipócrita.
Asesinato. Muerte. Trampa. Engaño. Traición. Me reconozco en cada una de esas palabras. Cualquier pecado, cualquier mala acción, cualquier forma de hacer miserable al prójimo es mencionada en mi nombre. Y no me sorprende.
“Yago. ¿Te declaras culpable o inocente?”
Alzo la mirada hacia él y lo miro aburrido. Debería dejar de jugar a que no me conoce. “Oye, Lune, deja de pretender que no me conoces, imbécil. Se que quieres verme sufrir. Adelante, no puedo evitarlo”
“El acusado se declara culpable. Su castigo comenzara ahora”
Que idiota. Que tontería. Todo ahora me parece grotesco. Ya me conocen, ya saben cuales son mis crímenes, ¿para qué siguen con el protocolo?
Un par de almas me conducen por un callejón hasta una puerta. La abren, yo entro lentamente. Y mientras entro, me pregunto si me arrepiento o no.
Bah, ¿acaso importa? De igual forma esta vez no escaparé.
Es posible que si esté arrepentido. ¿Y qué? No me soltaran por eso. Supongo que debí pensar en todo esto antes de jugar al dios supremo.
Entro a mi suplicio eterno. Esta vez, no volveré a huir. No habrá venganza.
Mientras cierran la puerta, lanzo una carcajada, sin saber por que, solo me rio, me rio. Me rio de semejante final mas patético para una vida. Y no dejare de reír hasta dentro de mucho tiempo, mi propio fin me parece tan patético y miserable que no puedo evitarlo.
Tal vez si estoy loco…
Y todo se vuelve oscuro. ¿Qué era la luz del sol?
¿Aire? ¿Qué era eso?
Mi nombre es Yago y estoy muerto. Mi nombre es Yago y me torturaran por la eternidad. Mi nombre es Yago y estoy solo. Nadie en la tierra quiere recordarme. ¿Y por qué culparlos? Yo tampoco quiero recordar todo eso.
¿Que cómo llegué aquí?
Es una historia muy larga. Pero… supongo que toda la eternidad esta ahí para escucharla. Déjenme en mi suplicio (que por cierto, merezco) y regresen mucho tiempo atrás. Tal vez comprendan porque termine aquí…
Y recordar mi vida será mi tortura.
Este es uno de mis fics mas serios. Se basa completamente en un OC, pero no quiere decir que no aparezcan los demas. Este fic no es de comedia, ni de romance.
Hace muchos años ya de eso.
De hecho, no creo que mientras les hablo aun un poco de vida corra por mi cuerpo. Estoy muerto, o eso me parece. Tal vez hablo demasiado conmigo mismo, juego demasiado con mis propias palabras. Repito cosas una y otra vez, como si nunca se pudieran adherir a mi memoria, como si cada cosa debiera ser dicha dos veces para que entrara en mí.
Pero no me importa. Como he dicho, estoy, oficialmente, muerto. Aun tengo aire en mis pulmones, aun siento el aire en mi piel cuando salgo a caminar… aunque hace mucho que no lo hago. Aun pienso. Aun existo pero… de alguna forma, no estoy vivo.
Y ahora, pienso esto no porque tenga un plan en especial, solo deseo hacer que lo que llamo mi no-vida pueda descansar un poco.
Y es que hace no mucho me declaré en guerra. Mi cuerpo, y mi propia alma, dejaron de obedecer. No pensé en comer, beber, disfrutar, vivir nunca jamás. Porque me he dado cuenta de que me engaño a mi mismo al hacerlo. No me importa mi no-vida.
No, solo tengo algo dentro de mí que tiene un poco de lo que podríamos llamar vida, desde hace mucho. Si, es un sentimiento vivo, muy vivo, lo único vivo dentro de mi. Es como una fogata en medio de la oscuridad y el frio. Pero esa misma fogata es oscuridad y frio. Lo disimula, pero lo es.
Lo que me mantiene existiendo es un deseo de matar. Matar, acabar con un ser vivo, hacer que su vida se extinga… tal como se extingue lo que queda de la mía. No estoy seguro de existir tampoco, de todos modos.
Porque lo único vivo en mí es el sentimiento de que alguien no merece seguir vivo y que es mi deber (Mío y de nadie mas) acabar con él. Pero… ¿Qué acaso todo esto no debería de haber acabado ya?
Pero debo dejar de pensar en todo esto. Frente a mi, una gran puerta que dice que quienes entran deberán abandonar toda esperanza parece burlarse de mí.
Sigo caminando, cabizbajo.
Paso junto a un enorme perro de tres cabezas, que me observa con rencor. Si, fue hace mucho tiempo… demasiado tiempo. Alguna vez, crucé esta puerta sintiéndome feliz y poderoso. Que iluso.
Se me escapa una sonrisa. Que imbécil, que idiota me parezco ahora, recordando como entré alguna vez burlándome de ese animal, creyéndome superior. Y tal vez lo era.
Ya no se que soy, ni que hare, ni a donde voy, ni siquiera estoy seguro de lo que siento. Si es que aun siento algo.
Me juzgan. El juez del infierno revisa en un gran libro buscando mi nombre, aunque ya me conoce, y aunque sabe lo que hice. Y comienza a hablar de mí, como si fuéramos desconocidos. Que hipócrita.
Asesinato. Muerte. Trampa. Engaño. Traición. Me reconozco en cada una de esas palabras. Cualquier pecado, cualquier mala acción, cualquier forma de hacer miserable al prójimo es mencionada en mi nombre. Y no me sorprende.
“Yago. ¿Te declaras culpable o inocente?”
Alzo la mirada hacia él y lo miro aburrido. Debería dejar de jugar a que no me conoce. “Oye, Lune, deja de pretender que no me conoces, imbécil. Se que quieres verme sufrir. Adelante, no puedo evitarlo”
“El acusado se declara culpable. Su castigo comenzara ahora”
Que idiota. Que tontería. Todo ahora me parece grotesco. Ya me conocen, ya saben cuales son mis crímenes, ¿para qué siguen con el protocolo?
Un par de almas me conducen por un callejón hasta una puerta. La abren, yo entro lentamente. Y mientras entro, me pregunto si me arrepiento o no.
Bah, ¿acaso importa? De igual forma esta vez no escaparé.
Es posible que si esté arrepentido. ¿Y qué? No me soltaran por eso. Supongo que debí pensar en todo esto antes de jugar al dios supremo.
Entro a mi suplicio eterno. Esta vez, no volveré a huir. No habrá venganza.
Mientras cierran la puerta, lanzo una carcajada, sin saber por que, solo me rio, me rio. Me rio de semejante final mas patético para una vida. Y no dejare de reír hasta dentro de mucho tiempo, mi propio fin me parece tan patético y miserable que no puedo evitarlo.
Tal vez si estoy loco…
Y todo se vuelve oscuro. ¿Qué era la luz del sol?
¿Aire? ¿Qué era eso?
Mi nombre es Yago y estoy muerto. Mi nombre es Yago y me torturaran por la eternidad. Mi nombre es Yago y estoy solo. Nadie en la tierra quiere recordarme. ¿Y por qué culparlos? Yo tampoco quiero recordar todo eso.
¿Que cómo llegué aquí?
Es una historia muy larga. Pero… supongo que toda la eternidad esta ahí para escucharla. Déjenme en mi suplicio (que por cierto, merezco) y regresen mucho tiempo atrás. Tal vez comprendan porque termine aquí…
Y recordar mi vida será mi tortura.